domingo, 8 de septiembre de 2013

Y descendí a casa del alfarero

«Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla.» Jeremías 18, 3-4.

Esas manos fuertes y experimentadas del alfarero, que saben cuál será el resultado. Y el barro que se deja moldear para crear algo hermoso...Estar justo ahí donde Dios nos quiere tener, en la casa del alfarero, sobre la rueda en las manos del alfarero, en lugar de estar aferrados a nuestras propias ideas y pensamientos...
La vasija fracasa a causa de la rebeldía, dureza y orgullo.
Estos son los primeros terrones duros que el alfarero debe quitar. Quizás dices, «pero yo no soy así!» ¿Mas no debiera ser más fácil reconocer que al principio hay terrones duros, incluso en el barro que Dios ha escogido para ser un vaso para Él? Estos terrones deben ser quitados del barro para que el plan de Dios fructifique Dios tiene que poder poner sus dedos en esas áreas duras, y debemos reconocerlas y dejar que las quite.

«Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? Dirá el vaso de barro al que lo formó: Por qué me has hecho así? O no tiene potestad el alfarero sobre el barro...?»
Romanos 9, 20–21

«Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel».

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