miércoles, 23 de enero de 2013

Juan 21:18

Te digo la verdad: cuando eras joven te vestías solo e ibas a donde querías. Pero cuando te vuelvas viejo estirarás tus manos y alguien más te va a vestir. Después te llevará a donde no quieras ir 
Juan 21:18.

A pesar de que la actitud de nuestro corazón debe ser la de un niño, Dios desea que lleguemos a ser maduros. Él desea que crezcamos espiritualmente. Para lograr esto Él nos permite enfrentarnos a muchas circunstancias desagradables y pruebas.

Cuando somos jóvenes en el Señor hacemos lo que nos place. Encontramos mucho placer en servir al Señor de acuerdo a nuestra propia manera de pensar, y todo es ligero y sin preocupaciones. Vivimos una vida de sentir y de sensaciones. Somos movidos fácilmente por cómo nos sentimos. Si estamos felices, con gusto nos negamos a nosotros mismos y nos dedicamos al servicio. Pero cuando estamos tristes o tenemos problemas debido a nuestras circunstancias, nos sentimos como en un desierto. El Señor debe entonces estirarse y tomar a esa pequeña oveja y acercarla a Sí mismo de nuevo, y entonces nuestros sentimientos son restaurados y nuestra devoción es renovada con la misma intensidad anterior. Así son las cosas para los que son jóvenes: ellos se visten por sí mismos y van adonde desean ir.
Pero cuando somos mayores en el Señor, la vida de fe comienza en la medida en que nos atamos de manos en rendición y le permitimos a Otro que nos vista y nos lleve adonde no queremos ir. Ya no nos vestimos nosotros mismos y vamos por nuestro propio camino. Ya no caminamos, sino que somos llevados. Ya no consideramos nuestros propios deseos. .. no podemos actuar conforme a nuestra propia voluntad separados de la voluntad de Dios. ... nos sometemos definitivamente a los tratos de Dios.
Reconocemos al fin que hasta el momento hemos estado llenos de nosotros mismos: hablando muchas palabras añadidas a las que Dios nos ha dado, y haciendo cosas aparte de las que Dios nos ha llamado a hacer. De la misma manera, vemos que hemos fallado en hablar y actuar en muchas ocasiones, simplemente porque nos hemos amado a nosotros mismos más de lo que amamos a Dios.
La muerte que Dios realmente busca en nosotros no es entregar nuestra vida física en un futuro, sino el entregar momento a momento nuestro ego.
es el morir diariamente y vivir para Dios lo que le da mayor gloria a Él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario