viernes, 10 de mayo de 2013

Col. 3:17


En Cristo no hay división, todo en la vida se convierte en un acto de adoración para quienes ven a Dios en todo.
“Y todo lo que hacéis, de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús” (Col. 3:17). Ya sea en casa, en el trabajo o en la iglesia, todo lo que hago tengo que hacerlo para el Señor. Las esposas, sométanse como para el Señor (Ef. 5:22). Maridos, amen como Cristo amó (Ef. 5:25). Niños, obedezcan a sus padres en el Señor (Ef. 6:1). Padres, eduquen a sus hijos en los caminos del Señor (Ef. 6:4). Empleados, obedezcan a sus jefes como a Cristo (Ef. 6:5,6). Jefes, traten a sus empleados bien a los ojos del Señor (Ef. 6:9).
Si das un vaso de agua fría al sediento, lo está haciendo para el Señor; si das comida al hambriento, lo estás haciendo para Él; si visitas al enfermo o al preso, está ministrando a Cristo (Mt. 25:31-46). Si tenemos los ojos abiertos, Él está en todas partes, y todo lo que hacemos es para Él. “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia. Es a Cristo el Señor a quien servís” (Col. 3:23,24).
Oremos para que nuestros ojos estén siempre abiertos para que podamos ver a Dios en cada faceta de nuestras vidas, para que cada palabra que digamos y cada cosa que hagamos sea un acto de adoración a nuestro Señor.



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